2010 TOUR - SUPERTRAMP Madrid 15 Sept
- On 17 September 2010
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Flamantes zapatos viejos
Supertramp no se aparta ni una coma del guión, pero demuestra como una máquina milimétrica que su repertorio de los setenta es incombustible
FERNANDO NEIRA - Madrid - 16/09/2010

Lo cantaba Rick Davies en Put on your old brown shoes, 28 años hace ya de aquello, y ayer lo repitió nada más arrancar su concierto en un Palacio de los Deportes casi lleno: "Ponte tus viejos zapatos marrones en los pies. Es hora de marcharse y ser libres el resto de nuestras vidas". Los chicos de Supertramp acumulan muchos kilómetros en las suelas desde que en 1970 rubricaran su primer vinilo, pero se mantienen fieles al calzado clásico e impoluto de toda la vida. Nada sucedió anoche que no pudiera haber ocurrido muchos años atrás, con menos incursiones canosas en el cuero cabelludo y más energía en las articulaciones. Y sin embargo, los botines resisten, incólumes, como si fueran un diseño del mismísimo Louis Vuitton.
Davies, con gesto impertérrito y camisa de blanco nuclear, se parapeta a sus 66 años tras el piano de cola en un lateral del escenario y cede el espacio protagónico a su viejo amigo John Helliwell, el siempre más extrovertido hombre de los saxos y clarinetes. Helliwell es un embaucador a la manera clásica: se dice feliz en España "por el jamón y el vino", exhibe (vaya por Dios) una camiseta del Real Madrid, informa sobre el marcador en el Bernabéu y anima a adquirir a la salida una memoria USB con el contenido íntegro del concierto, "que hoy está saliendo mejor que nunca".
Purita zalamería. En realidad, Supertramp es una máquina milimétrica e imperturbable aquí o en Sebastopol: repite las mismas canciones en el mismo orden, abomina de los aspavientos y lega todo el protagonismo a un repertorio que figura entre lo más memorable de los años setenta. Pero un poco de variedad, de margen para la sorpresa, no les haría ningún daño.
Nueve músicos se reparten la tarea y ofrecen un sonido compacto, abrumador, desde el primer instante. El arranque, en cambio, se antoja algo romo: la iluminación es fría y estática, no hay apenas proyecciones (y la de Gone Hollywood parece sacada de un documental hortera) y un tema como You started laughing, estático y menor, tampoco parece la elección más convincente para los primeros minutos.
La parte visual, bien pensado, se queda muy corta para una banda que reivindica estatus mítico y un historial de cuatro décadas. El vídeo para From now on, con una morenaza que alterna la ruleta rusa y el cubilete de dados, rezuma sensualidad de chiringuito; el tren antiguo que acompaña el acelerón final de Rudy tiene mucho encanto, pero lo hemos visto durante tres giras. Por fortuna, el tinglado se sustenta gracias a un arsenal portentoso de composiciones (Bloody well right, Another man's woman, Ain't nobody but me, Goodbye stranger) y a un sexagenario que, aun ceñudo y silente, conserva una fantástica voz rasposa.
La historia es conocida. La asombrosa sociedad que integraban Davies y Roger Hodgson se resquebrajó tras el álbum Famous last words, en 1982. Fueron grandes amigos, pero desde entonces acostumbran a lanzarse fieros aguijonazos. Las alianzas tan pronto prosperan como se diluyen, pero parece claro que en este caso ambos socios han salido malparados. Por eso, y ante la duda, siempre queda la opción de echar la vista atrás y retornar a los clásicos.
Admitámoslo: Hodgson ha escrito en solitario una discografía escasa y mediocre, y Davies... otro tanto de lo mismo. Supertramp acredita en este último cuarto de siglo un historial intermitente y cuatro discos irrelevantes (salvo el último y menos difundido, Slow motion). Pues bien, casi nada de lo publicado en este periodo decadente sonó anoche en el pabellón madrileño, pero, por supuesto, ninguno de los casi 10.000 espectadores lo echó en falta.
La gran incógnita en estos casos siempre radica en qué hará la banda con los clásicos de Hodgson. Davies se refugia en el último extremo del escenario y se resigna a que suenen todos; incluso Breakfast in America, un tema que aborrece. La mejor noticia del año es que el nuevo sosias de Roger, el joven Jesse Siebenberg (hijo del batería, Bob Siebenberg), canta infinitamente mejor que su antecesor en giras pasadas, Mark Hart, hoy en Crowded House. Y encima es guapete. Hay savia nueva, pues, para que Supertramp prosiga su camino. Con los zapatos de siempre, pero, sorpresa, flamantes como nunca.
Rolling Stone
Supertramp en Madrid, canciones de otro tiempo sin entusiasmo
La banda de Rick Davies desempolva sus clásicos para un recital sólido que nunca llega a entusiasmar. Deslumbrante pericia técnica y nulo carisma escénico. Por Jorge Arenillas
Concierto: Supertramp.
Lugar: Palacio de Deportes (Madrid).
Fecha: 15/09/10.
Precio: 40-60 euros.
Asistencia: 10.000 personas (60% aforo).
Es un hecho: las canciones de Supertramp no son atemporales. Ni lo pretenden. Son el sonido de una época y actualizarlas no tiene sentido, al menos para los miles de madrileños de mediana edad que se acercaron anoche al Palacio de Deportes para recuperar sensaciones de otro tiempo. Por desgracia para el promotor, no eran tantos los nostálgicos como para que la pista y la grada lucieran algo más que aparentes. El Palacio multiplica su frialdad industrial cuando una marea humana no tapa sus claros, y estos ayer abundaban.
Los asientos más caros estaban todos vendidos, prueba de que el seguidor actual de Supertramp tiene cierto poder adquisitivo. Algunos incluso habían comprado un golden ticket, que por 200 míseros euros daba derecho a aperitivos y barra libre (muy deprisa hay que beber para amortizarlo, eso sí). El mayor aliciente de la promoción, sin embargo, era darse el gustazo de esquivar las colas para entrar al recinto, considerablemente largas por la falta de previsión de la mayoría.
Salvo algún chaval con camiseta de Pink Floyd, todos los jóvenes que pululaban por el recinto venían arrastrados por sus padres. También podían verse parejas de treintañeros, la generación de los que crecieron estremecidos por la sonrisa (tipo “payaso de IT”) de la camarera de Breakfast in América. La inquietante señora podía aparecer sin previo aviso detrás de cualquier otro vinilo de rock sinfónico o progresivo de la colección de nuestros progenitores.
A las diez menos veinte se apagaron las luces y los músicos aparecieron en el escenario. Con toda parsimonia saludaron al respetable, al menos a la parte de él que podía verlos, porque nadie se molestó en iluminarlos (llevando al extremo la máxima de que Supertramp es un grupo sin cara). El primer tema, You started laughing, reveló un sonido claro pero de escasa potencia, lo que se corregiría al cabo de unas canciones. No había mucho que mirar en el desangelado escenario, con los nueve músicos repartidos de forma ortodoxa, y concentrados en tocar. Un foco blanco insinuaba el estrellato del teclista Rick Davies, aunque el saxofonista John Helliwell reclamaría su parcela de atención con sus solos distintivos.
Faltaba Roger Hodgson, sí. No era ninguna sorpresa porque hace casi tres décadas que abandonó la banda, pero el tiempo no ha borrado las dudas sobre la legitimidad de estos Supertramp. La discusión es estéril, pues lo que prima en esta banda son las canciones (así lo creerán también la pareja de ciegos que había ayer entre el público). Y no estamos hablando de reemplazar lo irremplazable, a un animal escénico como Jim Morrison o Freddie Mercury. Pero aquellos están muertos, y Hodgson no sólo está vivo, sino por la labor de reunirse con su ex-grupo para este cuadragésimo aniversario. Davies lo ve de otra manera, y al fin y al cabo, es quien ha mantenido viva la marca Supertramp, así que será lo que él disponga.
La gira lleva apenas dos semanas en la carretera, pero no se observa señal alguna de desacople entre los músicos; y eso que han pasado ocho años desde la última vez que se vieron las caras. Algunos vídeos proyectados tras la banda ayudan a disimular el estatismo de ésta. Todas las grabaciones son horteras, pero en especial una que imita los títulos de crédito de una mala película de 007, tal vez de Timothy Dalton.
Durante Another man´s woman, un tipo en bañador lee el periódico apoltronado en una hamaca, reproduciendo la portada de Crisis? What crisis?, el disco al que pertenece dicha canción. En Madrid el diario era El País, lo que hizo preguntarse a los espectadores si el caballero sería un español reclutado para la ocasión o un inglés que viaja por el mundo sólo para exhibirse en paños menores en cada concierto de Supertramp.
Era John Helliwell quien conversaba (es un decir) con el público. El portavoz de la banda alabó la comida y el vino españoles y agitó una camiseta del Real Madrid: trucos burdos, sí, pero le funcionaron. No salió tan bien parado cuando intentó vendernos ¡un USB con la grabación del concierto que estábamos viendo!, mientras sostenía el pincho en su mano para asegurarse de que todos lo entendíamos bien. Quizá esta indignidad mercantilista fuera el motivo por el que los parlamentos no corrían a cargo de Rick Davies.
El público no prestó demasiada atención durante el bloque central del concierto, o más bien fue éste el que no logró captarla. Give a little bit e It´s raining again fueron las excepciones: irónicamente, ninguna de ellas cantada por Davies. El pianista cogería brío más adelante, llegando incluso a darle al taburete la clásica patada a lo Jerry Lee Lewis. Los virtuosismos instrumentales habían anestesiado a la grada de tal forma que pocos se levantaron con The logical song y Goodbye stranger, a todas luces el momento álgido del espectáculo. Los aplausos, pese a todo, eran vigorosos.
A las once y media estaban de vuelta los músicos para un bis que incluía School, Dreamer y Crime of the century. Las dos primeras no parecieron entusiasmar, pero el clímax instrumental de la última, al tiempo que en la pantalla se reproducía una animación con la portada del disco (una reja penitenciaria flotando en medio del cosmos), sí lo logró. Los aplausos parecieron no tener destinatario, pues las luces no se encendieron y nadie saludó: extraño final que dejó a la gente desconcertada y quizá un poco molesta.
Los Supertramp de 2010 son una pieza de museo: sus canciones siguen intactas detrás de esa vitrina, pero sólo para el disfrute de los historiadores. A aquellos desprovistos del factor nostalgia les costará que el legado Hodgson/Davies les toque el corazón. Aunque no hay más que repasar la cartelera otoñal de conciertos para comprobar que no son los únicos que viven de rentas lejanas. Consuelo de tontos, pero consuelo al fin y al cabo.
Madrid, 16 Septiembre 2010
Emoción y nostalgia es lo que sintieron los espectadores del concierto que anoche ofreció Supertramp en el Palacio de los Deportes de Madrid. Con apenas diez minutos de retraso, pasadas las 21.30 horas Rick Davies y los suyos salieron al escenario ajenos a la polémica con el que fuera el compositor de los mayores éxitos de la banda, Roger Hodgson.
No obstante, Hodgson no se mantuvo al margen de la actuación puesto que a la entrada del recinto se repartieron octavillas mostrando el malestar de este por que Supertramp siga tocando las canciones que él compuso en los primeros años de vida de la formación, allá por los setenta.
Pero ninguna reivindicación pudo estropear el disfrute de los alrededor de 10.000 asistentes que vibraron con clásicos como 'Breakfast in America', 'Give a Little Bit', 'It's Raining Again', 'The Logical Song', 'Goodbye Stranger', 'School', 'Dreamer' y 'Crime of the Century'.
Así, ellos que se presentan bajo el paraguas de la marca Supertramp y se consideran que tienen derecho a revisar sus clásicos, desagranaron durante algo más de dos horas su repertorio de la mano de Ricj Davies (fundador, cantante y teclista), acompañado por los legendarios John Anthony (saxos y flautas) y Bob Siebenberg (batería).
Mientras tanto, el público, en su mayoría bien entrado en la cuarentena se mostró algo perezoso para entrar al recinto ya que a las 21.20 horas, a diez minutos de empezar el recital, las colas daban la vuelta a la Plaza de Felipe II. Aunque lo cierto es que se mostró receptivo en todo momento, disfrutando aún más si cabe con los clásicos que Hodgson pretende que dejen de tocar.
Por su parte, los integrantes del grupo estuvieron en todo momento bien arropados por otros veteranos miembros de la formación en pasadas giras como Jesse Siebenberg (voces, guitarras y percusión), Cliff Hugo (bajo), Carl Verheyen (guitarras) y Lee Thronburg (vientos).
El punto y final tras dos largas horas y un generoso bis lo puso una efervescente interpretación de 'Crime of Century' que encendió las luces, poco después de lo cual ya se podían adquirir en los tenderetes de merchandising unos USB con más de la mitad del concierto madrileño grabado para los incondicionales, a 25 euros la unidad.
La otra mitad la podrán descargar de Internet a partir del código que se proporciona.
Supertramp @Palacio de los Deportes Madrid
Se echa en falta a Hodgson, pero su concierto funciona.
La idea generalizada en torno a Supertramp es que su etapa dorada acabó cuando Roger Hodgson abandonó la formación en 1983, tras la gira correspondiente al álbum ‘…Famous Last Words…’ (1982), y que desde entonces, con Rick Davies (la otra cabeza visible) liderando, han seguido manteniendo cierto estatus durante sucesivos discos, sucesivas giras, reuniones, más discos y giras como ’70-10 Tour’, la que les tiene ocupados actualmente. Para afrontar esta serie de conciertos, Davies (piano, harmónica, voz), John Helliwell (saxofón, clarinete, coros, etc.) y Bob Siebenberg (batería), fundador y miembros del grupo desde ‘Crime Of The Century’ (1974) respectivamente; se han juntado con una serie de músicos de estudio de primera línea, como Carl Verheyen (guitarra) o Cliff Hugo (bajo).
Su vuelo por todo el continente europeo hizo anoche escala en Madrid, donde un considerablemente lleno Palacio de los Deportes recibió con fervor a los británicos. Ideal para comenzar, ‘You Started Laughing’, con sus suaves melodías, caldeó el ambiente y evidenció el excelente estado de forma de la banda, comenzando por la capacidad vocal de Davies, por no hablar de su excelente ejecución, se siente bien ante un piano de cola o bien ante un piano eléctrico.
La emocionante ‘Gone Hollywood’, del célebre ‘Breakfast In America’ (1979), fue la siguiente, dando paso a la sobria puesta en escena, que simplemente incluía proyecciones ilustrando según que temas. Como curiosidad y excepción a esta sobriedad, en un momento de la actuación salió un señor en bañador, tumbado en una hamaca bajo una sombrilla (y leyendo El País), emulando la portada de ‘Crisis? What Crisis?’ (1975).
El maestro de ceremonias fue el dicharachero Helliwell (Davies no dedicó ni media palabra al público, sólo hacía gestos de agradecimiento), quien elogiaba la comida española, al Real Madrid y al público, en una noche plagada de grandes éxitos. La pregunta del lector a estas alturas será: “¿y qué paso con las canciones en las que cantaba Roger?”. Evidentemente había solución para ello, con Gabe Dixon y Jesse Siebenberg (sí, el hijo de Bob) dividiéndose los temas, y dando la talla. Aunque todos los que sonaron son de una grandeza incontestable, y los más populares (como ‘The Logical Song’ o ‘Give A Little Bit’) son los asociados a la voz de Hodgson, los mejores momentos que se vivieron fueron aquellos en los que Rick Davies tomaba el mando, como en los citados temas iniciales, en ‘From Now On’, ‘Rudy’, ‘Cannonball’, ‘Another Man’s Woman’, o ‘Bloody Well Right’: enormes, interpretados con profesionalidad y vigor a partes iguales. Tras la falsa despedida, no podía quedar mejor bis que el compuesto por ‘School’, con la harmónica de Davies y la solvente interpretación de Siebenberg hijo; ‘Dreamer’, de la cual se encargó Dixon; y como broche, una ‘Crime Of The Century’ con un sobrecogedor final que casi hace saltar alguna lagrimilla al que escribe. Que sí, que Hodgson no está y se le puede echar un poquito en falta, pero con conciertos así, estos sexagenarios pueden seguir paseando el nombre de Supertramp donde quiera que vayan, y con la cabeza muy alta.
source: http://jenesaispop.com/2010/09/16/supertramp-palacio-de-los-deportes/
Día 16/09/2010
Si se hiciera un concurso para distinguir al grupo más trasnochado del momento, muy pocos podrían aportar argumentos suficientes como para disputar tan dudosa honra a Supertramp, sobre todo a estos descafeinadísimos Supetramp liderados por el segundón Rick Davies (compositor de sensiblemente menor talento que el de su ex socio) y animados por un John Helliwell que podría desempeñar un papel esplendoroso en la discoteca de un crucero de lujo por el Adriático.
Lo peor de esta gira que trata de celebrar las cuatro décadas que la banda lleva en activo no es que hayan pasado olímpicamente de Roger Hodgson —a la sazón, autor de la mayor parte de las mejores y más famosas canciones del grupo, y dueño de la muy característica voz que todo el mundo reconoce cuando entona la primera nota—, sino que esta versión de Supertramp acaba resultando más bien sosa y aburrida. Bien cierto es que nunca fueron la alegría de la huerta, pero hubo un tiempo en el que la brillantez melódica de buena parte de su repertorio y la presencia de un Hodgson casi siempre inspirado parecía suficiente para mantener en pie un buen concierto.
Ahora ya no parece suficiente llevar un puñado de músicos más que competentes, capaces incluso de emular vagamente al propio Hodgson cuando es menester, y tirar de un repertorio que, curiosamente, brilla mucho más cuando caen las del exiliado. Fueron, en efecto, los mejores momentos aquellos en los que sonaron «Give a little bit», «It´s raining again», «Take the long way home» o «The logical song».
Davies y los suyos hicieron gala de una impecable corrección, de una solvencia instrumental fuera de dudas, de una profesionalidad indiscutible, gozando además de un sonido igualmente nítido. A cambio, evidenciaron preocupantes carencias de eso que podemos llamar alma. O que los flamencos llaman duende.